Monday, February 19, 2007

Llueve...




Llueve.
Llueve de noche sobre mi cabeza
y las gotas repican contra el cristal
que intercepta mi mirada
al vacío,
haciendo charcos con tu sonrisa.
Gotas gordas danzantes
que rebotan en mi memoria
tejiendo preguntas
buscando respuestas,
haciendo chasquidos mientras caen
perpendiculares
como caleidoscopios,
espejos de las Pleiades.

Llueve de noche sobre mi almohada
donde el silencio se hace dueño de la claridad
y las manos se me pierden buscándote
en un cuarto vacío,
lleno de losetas frías
que se van perforando con mis huellas,
volando en la oscuridad.

Llueve de noche sobre mi espalda
y las gotas van inundando mi cuerpo
que duerme cansado
sobre el pecho de un centauro,
que lo abraza y lo arrulla
y me hace suya
en la distancia de una constelación
sobre nubes boreales
y nébulas que se abren
flotando dispersas
creciendo
insaciables,
persiguiendo la débil frontera
entre el espacio y la inmensidad.